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H. MELITÓN. |
¡Otro Padre Rafael! (Aparte.)
Amostazándome va. |
DON
ALFONSO. |
Responda
pronto. |
H. MELITÓN. |
(Con
Miedo.) Al momento.
Padres Rafaeles... hay dos.
¿Con cuál queréis hablar vos? |
DON
ALFONSO. |
Para mí
más que haya ciento.
El Padre Rafael...
(Muy enfadado.) |
H. MELITÓN. |
¿El
gordo?
¿El natural de Porcuna?
No os oirá cosa alguna,
que es como una tapia sordo.
Y desde el paso invierno
en la cama está tullido;
noventa años ha cumplido.
El otro es... |
DON
ALFONSO. |
El del
infierno. |
H. MELITÓN. |
Pues
ahora caigo en quién es:
el alto, adusto, moreno,
ojos vivos, rostro lleno... |
DON
ALFONSO. |
Llevadme
a su celda, pues. |
H. MELITÓN. |
Daréle
aviso primero,
porque si está en oración,
disturbarle no es razón...
¿Y quién diré? |
DON
ALFONSO. |
Un
caballero. |
H. MELITÓN. |
(Yéndose
hacia la escalera muy
lentamente, dice aparte.)
¡Caramba!... ¡Qué raro gesto!
Me da malísima espina,
y me huele a chamusquina... |
DON
ALFONSO. |
(Muy
irritado.)
¿Qué aguarda? Subamos presto.
(El Hermano se asusta y sube la
escalera, y detrás de él don Alfonso.) |
..." |
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