Logo_animado

Logo

AMANECE

Amanece, Amiga, amanece en algún lugar físico y real de un punto azul del Universo, donde unos entes vivos piensan y aman, donde yo pienso y amo.

Amanece. Una luz tenue hace divisar un mundo feo y sin alma, un mundo que ayer era bello y vivo y que hoy mata o hace morir.

La Luna se mueve lentamente. Sospecha. Sabe que algo malo le está pasando, sabe que existe un enemigo que le acecha, como yo lo sé, y bien lo sé, porque lo sufrí. Estoy enamorado, enamorado de la vida, enamorado de este mundo, enamorado de la Luna, enamorado de ti, Amiga.

He terminado un poema. No es de amor, no es de dolor. No es de alegría, ni de llanto tampoco. No es. Simplemente no es. Ayer sí tenía un sentido, un significado, un motivo. Hoy no. Ayer era de amor, hoy es de dolor. Ayer era de alegría, hoy es de llanto. Pero, ¿por qué? Si el poema no ha cambiado, ¿lo he hecho yo? O mejor, ¿me han hecho a mí?

Noto un color anaranjado por encima de ese monte desnudo. Su belleza me hace recordarte. El sol corre. El tiempo pasa volando, al igual que cuando estaba junto a ti. Sí, esos años fueron poco, poco comparado con los siglos que paso sin ti. No son siglos, ¿son minutos? No creo que lo sean. Quizá desvaríe. He envejecido más de un año desde ayer. Los minutos no envejecen a ese ritmo. Además, soy joven. No envejezco. Estoy equivocado. Envejezco. Envejezco en el alma y en el corazón. Por supuesto, no en el cuerpo, pero sí en la cara. No hace falta explicar por qué. ¿O sí? Es fácil. Una cara es el espejo del alma, y los ojos del corazón. Yo soy muy expresivo. En gestos y rasgos. Como lo fui contigo. Como lo seré hasta mi muerte.
Las estrellas mueren. Bueno, al menos mueren a mi vista. Al igual que tu amor. No ha muerto, aunque sí para mí. Ya lo sé. Las estrellas son ocultadas por la luz del sol. Su enemigo, pero me salva decir que otros hombres, mejor, otros incultos estarán viéndolas. Nosotros se las prestamos, y al poco nos las devuelven. Pero ellos las contemplan. Con ilusión o tristeza, las admiran. Ahora los envidio. Ellos son felices, estarán compartiendo esa visión con su pareja, aunque no sepan apreciar lo que tienen, estarán disfrutando con esos pequeños sueños cumplidos de personas.

Definitivamente, esos cuerpos han muerto. ¡Oh, Amiga, como tú! Algún lucero vive aún. Será Venus, mi diosa preferida. Mi diosa. Eso decían ayer los romanos, pero hoy no. Mi única diosa se ha ido. Amiga, me has dejado.

Un color azul se mezcla con uno rojo. Más bien naranja. Crea un tono amarillento que hace suponer algo que se temía. Sale el sol. Pero sale él solo, porque así quiere quedarse. Lo compadezco. ¡Oh! Me compadezco de ti, me compadezco de mí mismo. Solos todos. Pero ¿por qué? ¿Enamorados de la mujer equivocada? No lo creo. Mejor dicho, no lo quiero creer.

Se ve el sol. Se evapora un sueño, como lo hará el rocío. Ese que ahora se derrite, como lo hizo antes tu corazón, como lo hizo por mí tu corazón, y que yo no lo supe ver, y que yo no lo puedo ver. La luz del sol entre dos nubes hace que brillen unas gotas de agua de este árbol frondoso que tengo delante. Parecen hablar. No, son tus ojos que brillan. Parece como si mi Amiga me quisiera decir algo. No, son mis lágrimas. Sí, así es, mis lágrimas.

¿Dónde estoy? Eso me pregunto yo. ¡Estoy en algún lugar de mi subconsciente! No. Es real. Estoy en la más mera soledad, en la más dura soledad, donde sólo el medio natural me hace compañía. Cuando era un adolescente yo era un valiente. No le tenía miedo a nada físico. Todo lo que yo pudiera percibir o sentir no podía ser causa de miedo. Sin embargo, le tuve miedo a algo metafísico, a algo que yo aún tengo miedo. A la soledad. Me da igual no ser feliz. Dicen que el hombre es un ser social. Yo también lo soy. No puedo vivir solo. Necesito a alguien para vivir. Te necesito a ti, Amiga.

El día es hermoso: eso es lo único que consuela el enorme dolor que siento al pensar en ti. Sí, en ti, Amiga, que fuiste mi amada y yo fui tu amado, que me dejaste, quizá por desamor, o quizá por amor, por amor a otro. Es posible también que me tuvieras miedo. Cierto es que yo te quise demasiado, que era capaz de cantar o gritar, de reír o llorar, de morir o matar. Era capaz de crear un mundo donde tú y yo viviéramos en armonía, donde crecieran las amapolas, y el trigo entre ellas, donde no existiese el odio, donde no hubiera mal, donde el bueno triunfara... un mundo donde sólo existieras tú.

Soy incapaz de pensar. Sólo me lamento de mi mala suerte. Lo que hacen los fracasados. Pero yo no puedo rendirme. ¿Para qué sirve un suicidio? ¿De qué sirve el no amar? ¡Oh, Amiga! Me haces delirar: ¿será el no amar un suicidio? No lo pienso así. Tal vez sea al revés: el amar es morir. Tampoco. Cierto es que cuando uno no es amado es como si estuviera muerto, como si no existiera. Amo, luego existo... Amar o no amar... 

Ha salido el sol. Ya se ve. Estoy en un lugar verde. Parece una sierra. El árbol que llora es una encina, una encina de hojas negras. Ya lo sé, no son negras, son verdes, pero a mi no me lo parecen, incluso lo más bello no tiene ser en este sinsentido, en este sinvivir. No hay árbol más bello que una encina, pero hoy me parece feo. 

Este paisaje mediterráneo me da un ligero gozo. Esta dehesa, donde hombres y mujeres se han amado, donde se ha demostrado que hacemos que la gente cambie. Será el Mediterráneo. Me enorgullezco de él. Nos hace románticos, nos hace amar. Pero también es el que me ha hecho sentirme así, lastimándome de mi estupidez tal capaz de abandonar a mi Amiga.

Mira, esa nube que antes fue roja ha cambiado. Se ha vuelto blanca. Fue roja delante del sol, se sonrojó al verlo, pero el tiempo la hizo cambiar. Espero que me haga cambiar a mí, pero también a mi Amiga. ¿Cómo estará?

Me duele la cabeza. Me voy a levantar, ya toca. Voy a dar un paseo. Mira ese lagarto. Quiere tomar el sol, el sol que le da vida. Si algunos pudieran se lo robarían para hacerle sufrir. Lo he despertado. Estaría soñando con un mundo limpio, donde su especie dominara. Cerró su boca y se fue. Me siento culpable. ¡No!, míralo donde está. Se ha ido allí, encima de una piedra. Es negra y mohosa. Tiene años. Seguro que más que el lagarto, pero eso el lagarto no lo sabe. Él es feliz tomando el sol. Esa felicidad es absurda, pero al menos es feliz. ¿Para qué la cultura, si a veces sólo sirve para hacerte sufrir? Es injusto.

Probablemente no debería haber bebido tanto como lo hice ayer. Sólo con un poco hubiera bastado. Llevo años sin probar el alcohol. No me hizo falta cuando estaba contigo, no quería perder ni un momento de placer estando junto a ti. No debería haber ahogado mis penas, porque uno se puede ahogar con ellas... El alcohol hace que digas y hagas lo que tu subconsciente manda, y es un tirano, no sabe mandar... Soy un imbécil. Sé que el alcohol deprime, ¿para qué bebo pues?

Seguro que mi Amiga estuvo consumando su amor con su amado. Él seguro que le hará caricias, que le dará besos, que le llevará el desayuno a la cama. Todo para satisfacer lo que no le puede dar: amor verdadero. Él es incapaz de amarla como yo la amé. Eso es lo que me duele. Ella se enamoró de su físico, sus ojos, su pelo, su cara...

No lo conozco, pero seguro que es un necio. No tiene derecho a estar con ella si luego la hará sufrir. Pero yo no puedo hablar, yo también la hice sufrir, la hice llorar. Me lo merezco, me merezco estar aquí, solo, bebido, perdido, sufriendo, pensando en ti.

No sabe mi Amiga que se equivoca. Ya se dará cuenta. A no ser que se ciegue. Yo me porté mal. Tendré que decírselo. ¿Y si no quiere hablar conmigo? ¿Y si está él? Aunque no sepa quien es él, seguro que se opondrá. Yo lo haría. Mi Amiga es demasiado valiosa como para dejarla ir. Pero yo sería incapaz de ayudar a alguien a separarse de su amado. Ella se fue de mi lado, y él la ayudó.

Iré. No es un hombre, no piensa, tan sólo lo intenta. Es un inculto. Pero, ¿y si ella no quiere? ¿Qué puedo hacer? Tengo miedo, pero iré. Prefiero el dolor de ser rechazado al dolor de sentirme solo. Al menos la veré. Si es feliz, yo también lo seré. Al menos eso dicen que pasa. Pero yo soy distinto. A lo mejor no puedo soportar que sea feliz sin mi presencia. No creo que eso pase. Lo he decidido. Iré.

Mira ese pájaro. Es una abubilla, una "guaguilla" como se dice en mi tierra. No sé si se dirá así en toda ella, pero al menos aquí sí. Es preciosa, pero aun así hay quien es capaz de matarlo, de satisfacer su ego matando a un ser indefenso que ni siquiera ha tenido la oportunidad de defenderse. Para satisfacerse no hay nada mejor que matar a un dragón mitológico, que vuela a través de las páginas de un libro, que sí es capaz de defenderse.

Me está bien empleado. He tropezado y he caído. Estaba en Babia o en Jauja. Es horrible, he tropezado en un mundo maravilloso y he caído en éste. ¡Qué mal cambio! El mundo en el que estoy levitando es precioso, si estuvieras conmigo, Amiga. Estoy desecho. ¿Cómo estará ella? No dejo de pensarlo.

Tengo la sensación de que he soñado esta noche. Ha sido una pesadilla, pero no la recuerdo. Seguro que fue con ella, o, mejor dicho, sin ella, porque con ella cualquier pesadilla es un sueño. Ya hago memoria. Estaba en mi casa. Quería irme de este mundo para siempre. Estaba solo, bebiendo, maltratando la parte de mi ser que me hace sufrir, la parte de mi mente que rige las emociones. Cogí un cuchillo. Yo lloraba. Pero quería hacerlo. Llamaron a la puerta, no quería abrir. Una voz desde fuera me decía que no lo hiciera, pero no le hice caso, lo hice. Me lo clavé en el corazón, sangraba. De repente se abrió la puerta, entró una luz, y entre la luz la vi a ella, con sus ojos negros gritando: no lo hagas, te amo, y siempre te amé, no me dejes. Yo me retorcía del dolor, pero no era un dolor físico, me dolía el corazón. Lo tenía roto, pero no por el cuchillo, sino por amor. El frío que atravesaba mi cuerpo no era el de la hoja de acero, sino el de impotencia. Tus labios acariciaron los míos y cuando te volviste a separar, mi boca se abrió y expiré. Mi alma se escapo de mi cuerpo justo cuando volvíamos a estar juntos tú y yo, Amiga.

Demasiado trágico para que pueda cumplirse. Pero puede ser una premonición. Yo creo en el destino, pero creo que lo hacemos nosotros, que no esta escrito. El camino se hace andando, pero no corriendo, no es necesario vivir tan rápido la vida: puedes estrellarte.
Antes no creía que los sueños se pudieran cumplir. Ahora aún me extraña, pero lo creo. Una vez soñé que estaba con mi Amiga, llevando el amor a su punto máximo. Cuando lo conseguimos, yo abría los ojos, y ella ya no estaba. Yo estaba solo, viéndome en un espejo, con la cara desfigurada, estropeada, cuando me daba cuenta de aquel mundo virtual. Ella no estaba conmigo, era yo solo que soñaba con ella. Por fin desperté. Creí que estaba algo cansado, que me acosté tarde. No vi la señal. No se sabe lo que uno tiene hasta que lo pierde. Entonces lo quiere volver a recuperar, pero a veces no se puede.

Pero si no lo intento seguro que no podré. Es mediodía. Me dará tiempo a llegar a su casa. Esta noche hablaré con ella. Le diré que la quiero, que la amo, que no puedo vivir sin ella. No es una mentira, eso es lo que dice mi corazón. Estoy cerca de la muerte sin ella, envejezco.

Iré. Hablaré con ella. Sí, allá voy. Me arreglaré e iré a su casa. No puedo perder tiempo, no puedo arriesgarme a perderla para siempre. La amo. La amo más que nunca. Una canción de yaz suena en mi corazón. Es alegre, pero cantada en inglés. No sé lo que dice, pero me da esa sensación de placer, de bienestar que hace que te sientas otro, como flotando para evitar que este corrupto mundo de la ciudad te maltrate. Aunque yo ahora mismo me esté maltratando al pensar en mi Amiga. Porque ¿y ella? ¿Me seguirá queriendo? 

Creer en el amor es como creer en dios. Yo creo en el amor, y también creo en dios, pero no en el dios de los curas, ni en el amor de los ricos. Creo en mi dios y en mi amor. Dicen que dios es contra el que nada se puede. Quizá sea cierto, no lo niego. El amor si es contra el que nada se puede. El amor mata, pero no muere, dicen que es bueno, pero hace daño. Es como dios, te puede dar la vida o te la puede quitar. Depende de su voluntad, de su estado de ánimo, y por su puesto de la persona: de la dependencia que tengas hacia él. De ese modo yo tengo que ser muy religioso, tanto que mi dependencia hacia el amor es tal que muero sin él.

Mira, amanece. El sol va adivinándose sobre aquella loma. Nunca he visto un amanecer tan bonito. Es la misma hora, el mismo sitio... Amanece. La encina tiene otro color, un verde alegre, un verde que inspira belleza, un verde verde. El rocío brilla más que nunca, y se derrite de placer. No son lágrimas, o quizá sí, pero hoy son de alegría.

Un filo frío atraviesa mi corazón, como en mi sueño. En este caso no mata, ciega. Mata los sentidos, los adormece, los atonta. El día nos es tan bonito como el de ayer, no hay una nube que se sonroja, ni un pájaro que canta. Sin embargo yo estoy feliz, para mí, nunca ha habido ni habrá un día como el de hoy. Nunca, no pasará de nuevo nunca. Amiga, no me iré de tu lado, nunca más anochecerá, nunca más cantará un grajo, nunca más el sol nublará mi vista, nunca más un suspiro de dolor saldrá de mi boca, nunca más moriré en un sueño.

El sol ha salido por completo. Mi corazón se ha abierto lo mismo que hacen algunas flores cuando comienza el día. Mi corazón se ha abierto de par en par. Se ha abierto para ti, Amiga. Aquí, hoy, se ha abierto. No hay testigos falsos, todos son honestos, nunca mentirán. Esta encina, ese sol de invierno, tú, Amiga... 

Cómo no, Amiga, no desistiré en mi empeño de decírtelo, antes moriré. No te lo puedo decir más intensamente, sí más fuerte. No encuentro palabras para gritártelo. Te nimio plus diligo. Te lo digo con el corazón, con eso que muchas veces te contrae el estómago porque temes algo, con amor. No sé como demostrarte que jamás volveré a equivocarme. Antes morir.

Anoche hubo Luna nueva. Como tú y yo, ella empieza una nueva vida, donde crecerá, pero también menguará, dejando a sus amantes, los lunáticos, huérfanos, atontados. Yo preferiré volver a quedarme solo antes que menguar nuestro amor o dejarte huérfana o atontada, Amiga.

Nunca más pensaré que estás con otro, porque si me amas tanto como dices, serás incapaz de abandonarme. Te creo cuando dices que me estuviste esperando. Sé que me equivoqué al pensar que me dejarías por otro. Perdóname, Amiga mía.

Mira el sol. Ese sol que jamás se ocultará. Míralo.

Amanece, Amiga, amanece.

 

Autor: Sergio Merino Salas.

(PRIMER PREMIO DEL CERTAMEN LITERARIO "CIUDAD DE PORCUNA", 2001

Volver
 


Página creada y mantenida por © M. Jalón
Actualizada el lunes, 14 de agosto de 2006