EL DOLOR DE UNA MADRE
Me llamo
María, hoy me he decidido a escribir un poco de mi vida. Tengo 60 años, pero me
siento como si tuviera muchos más, mi vida ha transcurrido entre muchos
sinsabores. Me crié en el seno de una familia sencilla pero llena de amor y
armonía, mis padres eran maravillosos y se respetaban mutuamente, nunca vi en
ellos una mala palabra y nunca se dejaron de respetar. Me dieron una educación
excelente y por supuesto llena de cariño. Fui al colegio pero no quise estudiar
y ellos lo respetaron. Cuando fui mayor de edad, les dije que yo quería trabajar
y así lo hice, gracia a ellos. Me pusieron una tienda, era mi ilusión, tener un
negocio propio y la verdad, aunque al principio me costó sacarlo adelante, con
el paso del tiempo comencé, a ver el fruto de mi trabajo.
En ese mismo trabajo conocí a un representante de los muchos que venían a mi
tienda, y la verdad, aunque al principio, no reparé mucho en él, con el paso del
tiempo me enamoré de él y él de mí; era encantador cariñoso, atento, detallista
en resumen una buena persona y el hombre con el que yo soñaba vivir toda mi
vida.
Yo en aquel tiempo era una persona alegre, cariñosa y nunca fui desconfiada,
porque confiaba en la gente y nunca creí en la doble vida o personalidad que una
persona puede ocultar.
Tras varios años de novios, decidimos casarnos, él, se vino a vivir al pueblo y
seguía con sus representaciones, pero un día, me comentó que estaba cansado de
estar siempre en la carretera y que porque no se quedaba él en la tienda y yo en
casa. Al principio, no me convenció mucho la idea pero yo esperaba un hijo y la
verdad sea dicha estaba un poco cansada, y acepté, creyendo que todo iría mejor.
En mí nuevo cometido, todo iba muy bien, tuve a mi hijo, y mi vida giraba al
cuidado de mi hijo, la casa y de mi esposo.
Al pasar el
tiempo empecé a notarle cambiado, ya no era tan cariñoso, incluso lo veía
distante y alejado de mí.
Un día llegó, un poco bebido y empezó a meterse conmigo y a insultarme,
diciéndome, cosas horribles, que no me preocupaba de él, que lo tenia
abandonado, que la casa estaba sucia, que gastaba mucho dinero , que…
Aquel día no le di mucha importancia, lo achaque a un mal día de ventas, de
discusiones con algún cliente, ¡que se yo!. El amor me cegaba.
Pero al cabo de unas semanas sucedió lo mismo , y lo que nunca esperaba, que me
pegara una paliza tremenda.
Esto se fue repitiendo continuamente y yo no sabía que hacer. Le pregunté que
porque lo hacia y sólo me contesto que tenia que aguantarme porque yo era su
mujer y él era el que traía el dinero a casa.
Me fui volviendo una mujer seria, fría y triste, mis padres me preguntaban que
qué me pasaba, que yo no era así y me decían, tú lo tienes todo un marido
excelente que solo vive para ti y un hijo maravilloso ¿qué mas quieres?
Qué equivocados estaban todos, yo no quería contárselo a nadie, él para la
gente, era una buena persona pero conmigo no y yo no quería que la gente me
echara la culpa a mi de lo que sucedía.
Así fueron pasando los días, los meses y los años. Aguantando sus insultos y sus
palizas y criando a mi hijo. Era lo único que llenaba mi vida , verlo crecer y
que nunca se diera cuenta de cómo me trataba su padre.
Pero la vida me tenia preparada una sorpresa aún mayor. Hubiera preferido morir
antes que recibirla.
Mi hijo se hizo mayor y no quiso estudiar, decía que quería trabajar con su
padre y lo hizo así. Nunca fue muy cariñoso, pero me respetaba siempre y era
amable conmigo.
Cuando comenzó a trabajar con su padre comenzó también a cambiar su carácter, y
se volvió más distante, no le di importancia hasta que llego un día que jamás
creí que llegaría. Era domingo, llegó un poco tarde y bebido como jamás lo
había visto , empezó a insultarme, entonces me volví hacia él y le dije que
porque lo hacía, que sólo quería un bien para él y en lugar de contestarme me
soltó una bofetada , que sonó como un trueno en el silencio de la casa. Me quedé
helada, mi cuerpo temblaba y un sudor frío lo recorrió todo mi ser. No dije
nada, me fui a mi habitación y las lágrimas empezaron a correr por mi cara.
Mi cabeza sólo decía ¿Por qué? ¿Por qué?, si yo jamás me he portado mal con él y
sólo le he dado todo mi amor de madre, pero había tenido un buen maestro. No
dije nada seguí callando, y a mi marido menos si el lo había hecho antes ¿Qué le
iba a reprochar a nuestro hijo?.
Mi mente sólo decía: esto no lo puedo aguantar. Era tan grande el dolor que
sentía , que hice mi maleta y me fui. No podía soportar el dolor que sentía
dentro de mí.
A nadie le dije nada, mis padres ya no vivían, no tenía que darle explicaciones
a nadie.
Deambulé por las calles y llegué a la estación de autobuses, después de estar
allí horas y horas, cogí, un autobús sin rumbo.
Era de noche y al amanecer vi un pueblo y me bajé sin saber a dónde ir.
Con el poco dinero que llevaba me alojé en un hotel. Pasaron los días y me dije
a mi misma que así no podía seguir, que tenía que seguir viviendo y luchar por
mí dignidad. Busqué trabajo y seguí adelante, pero no me olvidaba de mi hijo, de
todo lo que había luchado por él y como se comportó conmigo. No me olvidé de él,
yo me las arreglaba para saber de su vida y su andanzas; un día me encontré a
alguien del pueblo y le pregunte por él, al principio no quería decirme nada
pero mi insistencia logro que me contara que se había vuelto alcohólico y que
había tenido un accidente y estaba en el hospital. El corazón me dio un vuelco,
lo dejé todo y me fui al hospital.
Cuando entre en la habitación y lo vi el mundo se me vino encima, estaba
inmóvil, no hablaba, no podía moverse, los médicos me dijeron, que jamás lo
haría, que, necesitaba a una persona para dedicarse a él, entonces no lo dude ni
un momento les dije a los médicos que yo era su madre y que yo lo cuidaría. El
me había oído y cuando le cogí la mano las lágrimas empezaron a rodar por sus
mejillas, fue la mejor forma de pedirme perdón, y ante un hijo que te necesita
por mal que se haya portado no puede una madre renunciar a él y yo lo quería
como a nadie en el mundo, aunque el dolor más grande que puede sentir una madre
es el maltrato de un hijo.
Pero hoy el maltrato de mi hijo se ha vuelto cuidado mío hacia él , ahora mi
vida solo la dedico a cuidarlo, y aunque no habla en sus ojos siempre veo
brillar esas lágrimas, como diciéndome ¡qué dolor más grande sentiste madre con
mi maltrato! Y yo le respondo con un beso en su frente, que le dice todo lo que
mi corazón cansado de luchar siente por él.
Autor: Manoli Salas Toribio.
(Tercer premio del CERTAMEN LITERARIO "8 DE
MARZO" DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER 2008,
organizado por la Asociación de Mujeres Progresistas "Despertar Femenino" de
Porcuna).
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