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MIEDOS

Ese deseo de ojalá no hubiera nacido mujer, llenó de sabores ambiguos sus labios, de remolinos llamados miedos su existencia.

Su mirada de niña, ya tuvo una especial sensibilidad, al observar que había una educación diferenciada, en una balanza no nivelada por igual.

Ya en sus juegos de infancia, no encontró su lugar, perdida entre esos juguetes que dirigirían su vida, más allá de su persona, de esa niña con frecuentes rabietas, disconforme con su roll, con ese estereotipo de género, tan diferenciado desde tan corta edad.

Los miedos, a veces, son huellas de género que imprimen nuestras vidas, las de esas niñas hasta en la forma de vestirse o de sentarse, o de desarrollar un sentimiento de culpa por exteriorizar sus deseos, por querer salir de su caparazón, quitarse esa careta y pesada mochila, por querer vivir en libertad, frente a ese hombre convertido en un lobo, la ley del más fuerte, alimentando el miedo, y su permisibilidad social.

Y el sabor de los años impregnaron sus mejillas rosáceas, de niña que no encontró su existencia, ni su voz en los libros, más allá de la clase de lengua enseñándole el género femenino o masculino.
Esas distancias y silencios entre dos niños que van creciendo y la sociedad los separa, con ten cuidado, la voz de su abuela con un, ojalá cuando crezcas encuentres un hombre bueno, palabras a las que, entonces, no le encontraba sentido.

Recuerdo de sus juegos paralizados, por la primera vez que sintió miedo, de aquel hombre que al atardecer la persiguió y cogió del brazo, con no muy buenas intenciones.

Y ese silencio de tantos años, de lo no contado, pero que no se olvida, porque vas creciendo con tu miedo, con una realidad que te acompaña en tus recuerdos, de hacerte mujer y no sentirte libre de... hay que tener cuidado.

Y el eco de esa voz, sigue retumbando en el presente de las abuelas, madres, hijas...de todas las mujeres que seguimos sintiendo miedo.

Y frente a esa idea de ojalá no hubiera nacido mujer, el camino hubiera sido más fácil, la libertad de crecer sin barreras, esas que dejan heridas en la mente y que se hacen realidad cada día, a golpe de maltrato, violaciones, asesinatos... De dolorosos silencios, lo que cada una callamos.

Y frente a ese deseo, la fortaleza de seguir luchando y no dejarnos paralizar por el miedo, de seguir reafirmando nuestra identidad, sembrando sobre el fértil campo, de tantos hombres junto a los que hemos crecido, de aquellos abuelos, padres, hijos que no nos hacen invisibles, no miran hacia otro lado, no le somos indiferentes, alzan sus voces con un basta ya.

En algunos momentos de su vida, ella había deseado, ojalá no hubiera nacido mujer... pero también había escuchado a hombres decir "me siento avergonzado de pertenecer a ese género de animales sin corazón", hay que acabar con esto. Y comprendió, que el dolor de ella y la indignación de él , se podía convertir en un poderoso sentimiento, para acabar con el miedo, para crecer como personas libres más allá de nuestro sexo... para dejar de pensar ojalá no hubiera nacido mujer.
 

Autora: Eva Patricia Vallejo Delgado.
Narración participante en el Certamen Literario "8 de marzo" de 2019
organizado por la Asociación de Mujeres "Despertar femenino" de Porcuna

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Actualizada el lunes, 07 de marzo de 2022