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MODELO DE TRAPO

Y al finalizar el día, se acababan las luces, las apagaban y ella se mantenía tensa, erguida, esperando que el día siguiente empezara de nuevo para alegrar su vida y su momento. El sol se colaba entre las ventanas anunciándole el nacimiento real de un nuevo amanecer, y con ello de vuelta a su trabajo, su rutina, su ocupación diaria, que la mantenía activa y le daba la vida que ella necesitaba. Allí estaba de nuevo postrada con sus mejores galas, un recién estrenado conjunto de falda estrecha aterciopelada color carmesí, top negro que realzaba su color blanquecino de piel y unas botas altas negras, terminadas en un ribete rojo.

Las puertas comenzaban a abrirse y con eso ella se lucía mejor que nunca, sus compañeras de trabajo pasaban por su alrededor colocándolo todo y poniéndolo en orden. Las personas empezaban a entrar en aquel local, admirando todo lo que había, y quedándose quietas ante ella, observándola de arriba abajo. Cada vez el sitio estaba más lleno, y comenzaban  a oírse voces: ¡Anda, mira qué falda más bonita lleva! y algunos se acercaban para verla bien, incluso a tocar cualquier prenda que llevaba puesta y esto hacía que intentase dar un paso hacia atrás, pero algo la paralizaba, se sentía sola, vacía, inútil, ante la mirada de todo el mundo, de piedra, como si no pudiera hacer otra cosa que no fuese lo que estaba haciendo.

La tarde llegó pronto, y ante su desolación, aunque estaba cansada, no dejaba de lucir su maravilloso conjunto que le habían preparado. En un momento inesperado, su compañera de trabajo, sin decir ni una palabra, la cogió de la mano,  la llevó a otro lugar, y mientras pasaba, volvía a  observar como el resto de ellas estaban de nuevo colocando y poniendo todo en el sitio perfecto, hasta que ella llegó a una puerta donde una de sus amigas de un empujón la metió dentro, intentó decir que a dónde iba, pero no podía articular ninguna palabra ¿quizá era miedo lo que la paralizaba? Minutos más tarde no recordaba apenas nada de lo que había pasado ahí dentro, sólo que cuando salió, estaba desnuda, vulnerable y sin saber qué estaba pasando. Otra de sus compañeras empezó a vestirla, pero esta vez de otra manera, distinta a lo que a ella solían colocarle, unos vaqueros lisos azules y un jersey de punto gris que para nada le sentaba bien, además sentía frío en los pies, estaba descalza. Cuando la gente pasaba por su lado, era imposible no mirarla, pero aún así, no recibía la misma atención que antes, estaba paralizada, el miedo la  detenía, no podía gritar, ni mover sus piernas congeladas por la situación, seguían mirándola de arriba abajo, la tocaban a veces, ¿no se daban cuenta de que tenía sentimientos? era su trabajo, y ese trabajo estaba acabando con ella, ya no se encontraba a gusto, ya no podía más, entonces, las luces se apagaron.

De repente, suena un fuerte ruido, era la alarma del despertador, seguía tocando mientras ella se movía entre las sábanas, el sol se colaba por el hueco de la ventana reflejándose en el espejo de su cuarto y alumbrando la estancia, entonces Susana, se levantó con algo de resaca, había tenido una pesadilla horrible, había soñado que era un maniquí.

Se vistió, se arregló y cogió su bolso de última moda, que uno de sus diseñadores le había regalado en su último desfile, era pronto, por la mañana, y ya había llegado al estudio, junto al resto de gente. Su maquillador profesional la esperaba para hacerle los mejores retoques posibles, después miles de personas a su alrededor la vestían como si ella no supiese, y le perfeccionaban para que saliese espléndida a la pasarela. Más de cinco horas después, Susana se disponía a salir entorno a miles de focos que iban a iluminar sus pasos uno tras otro. Pero este día era diferente, le dolía un poco la cabeza, y no entendía por qué, no podía echarse atrás ahora. Un paso, un movimiento de cadera, veía el final de la luz, de la pasarela, y cada vez que se acercaba sentía su peso más y más. Oía el latido de su corazón llegando a su cabeza con la música de fondo, los tacones hacían eco entre las paredes, y mientras se paseaba intentando no perder la elegancia se acordó, no se había tomado las pastillas. Esas pastillas milagrosas que había encontrado hacía tiempo en internet, cuando estaba a punto de dejarlo todo, cuando pensaba que no era nada más que una modelo, porque todos creían eso, porque nadie pensaba que tenía sentimientos, inteligencia,… simplemente se dejaba llevar por el hecho de ser guapa, tener una buena figura, pero…¿no era nada más? La extraña píldora le había hecho olvidar el dolor, lo que sentía, pero también lo que ella era, su esencia real.

A cada centímetro del final del escenario iba siendo más consciente, las personas la miraban como si fuera un objeto, se sentía acosada, y ahora lo entendía, se sentía como un maniquí, como uno de esos de cualquier tienda que acababa de soñar; atada de pies y manos, dispuesta a que todos la tocaran y la cambiaran a su gusto, no era una muñeca. Había sido tratada como tal toda su vida, pero ahora, las cosas iban a cambiar, se había encontrado a sí misma. Se quitó los tacones con cuidado, los dejó a un lado en el suelo, la música paró, y allí, delante de todas aquellas cámaras, miradas, y personas gritó contundente: “Todo lo que creemos como solución rápida y eficaz no existe, nos hará perder a nosotros mismos, me han visto tantos ojos, he recibido tantas entrevistas, he tenido que aguantar tantas miradas, he pasado por tantas cosas…que he ocultado la verdad. Detrás de esta persona, a la que todos habéis considerado como un juguete, detrás de esta sonrisa, detrás de esta figura, hay una niña, una niña deseando salir, y mostrarse al mundo. Mi profesión no me define para toda la vida, no solamente soy modelo, detrás de estos pendientes, de este vestido, de todo este lujo y aparente felicidad, hay una chica, una mujer, pero sobretodo, una persona y de este modo es como debemos ser tratados, independientemente de la profesión que tengamos, de cómo seamos, y así es como va a ser a partir de ahora,  por ello pido un merecido respeto a la mujer, que se nos valore y se nos dé un trato digno, hay que hacerle ver al mundo que no somos objetos”                                                                       

Autor: Carlos López de la Hoz

(Tercer premio, en el CERTAMEN LITERARIO "8 DE MARZO" DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER 2019, 
organizado por la Asociación de Mujeres "Despertar Femenino" de Porcuna).

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Actualizada el martes, 12 de marzo de 2019