Nunca antes había sentido el calor del sol
en mi piel. Nunca antes había saboreado el dulzor de la miel. Nunca antes había
temido el poder perder. Y es que nunca antes había existido algo tan importante
para mi.
Ahora dejo que la brisa me recoja en su regazo, que la noche embriague mis días
porque en ellas me encuentro contigo, en mis sueños. Que la gente pase a mi lado
indiferente; sin querer saber nada de nadie salvo de ti, de ti y de mi. Porque
juntos somos uno. El cuerpo y el alma, el jugo y la pulpa.
Hasta el día en que te vi por primera vez no sabía que las estrellas rodean a la
luna que es la diosa de la noche, diosa del sol, que la ama a escondidas. A
escondidas por si se asusta, a escondidas por si se marcha. Aunque el sabe que
nunca podrá ser suya, amor imposible, amor platónico.
¿Qué gano yo? Ahora que soy mas humana, siento el dolor, el amargo sabor de las
horas pasar sin ti. Siento el vacío dentro de mi alma cada vez que cuelgo el
teléfono porque no estas aquí. Siento la agonía cada mañana al descubrir que no
estás al otro lado de la cama. Dime, ¿Qué gano yo?, pues las ganas de vivir, de
existir y de ser. Tu has sido quien me ha dado todo eso. Aunque por una parte
este sufriendo la alegría de estar contigo me recompensa y me hace olvidar que
pasamos mas tiempo lejos que cerca.
¿Y no es mejor sentir, aunque sea dolor, para saber que estoy viva? Nuestra vida
siempre esta llena de dolor. Dolor al nacer, dolor cuando crecemos, dolor al
dejar al resto atrás y dolor al morir. Todo dolor, mezclado con amor, alegría,
placer. Cosas que nos hacen olvidar por momentos lo que el pasado, presente y
futuro nos deja.
Y es que nunca antes supe que estuve viva. Nunca antes supe que era amar y ser
amada. Y por eso y por cada día de esta vida que vivo junto a ti te doy las
gracias. Porque nunca antes te lo he dicho, y es que te quiero.