Relato basado en hechos reales, de algo que presencié este año
pasado en Córdoba y que supone un retroceso en el derecho de las
mujeres. Parte del texto relatado forma parte de la noticia
desarrollada por un periódico.
¿Pro Vida?
El sol sigue calentando nuestras cabezas, durante éste cálido mes de
octubre, cerca del Puente de San Rafael en Córdoba. Ha sido un
verano seco y el rio Guadalquivir no lleva casi agua; nuestras vidas
son los ríos que van a dar a la mar, se han quedado estancadas en un
ecosistema que sobrevive en ese humedal.
Marcos y yo, atravesamos con prisas este puente y nos vemos inmersos
en una torre de Babel multicolor, de diversidad humana, en un
espacio compartido. La magia de un violinista da ritmo a nuestros
pasos y corazones sobresaltados, por todo lo visual, que nos va
llenando de olores, una luz anaranjada en la media tarde y alguien
con una sombrilla blanca abierta, que nos espera al otro lado del
arco, para una visita guiada por la alcazaba y sus murallas.
Pensé que no llegábamos a tiempo, pero aún no han comenzado, dice
Marcos.
La mujer del paraguas comienza a contarnos a todos los que estamos
alrededor de ella, porque nos hemos apuntado a través de una
plataforma on line, de visitas guiadas teatralizadas por el casco
histórico de Córdoba.
Me llamo Marta y lamento deciros que por enfermedad de uno de los
artistas, hoy la visita por la historia de esta ciudad no va a poder
ser teatralizada, pero sí guiada de la mano de una servidora, que le
va a dar su toque de humor y de datos verídicos, porque la aquí
presente es Licenciada en Historia. Que, qué hago aquí, se
preguntarán. Pues deciros que me apasiona lo que hago desde el
conocimiento y amor hacia la tierra en donde nací.
Mujer corpulenta de grandes ojos rasgados y piel morena, con un pelo
castaño, recogido en un moño informal, tiene gracia con ese seseo
con el que se dirige hacia todos nosotros.
Durante hora y media, la esencia de ese paseo guiado por la judería,
por los patios, nos ha transportado a un lugar atemporal y nos ha
hecho sentir que andamos los mismos pasos de otros que ya no
existen. El recorrido nos ha llenado de pensamientos,
replanteándonos nuestro pasado, inmersos en el presente.
Terminada la visita y conforme nos alejamos de la magia de esta
tarde y de este casco antiguo, nos dirigimos deambulando por otras
calles no tan céntricas para dirigirnos hacia nuestro coche.
De golpe, nos encontramos con un grupo de personas rezando, delante
de una Clínica u Hospital privado en donde las mujeres van para
ejercer su derecho al aborto, en los supuestos de violación, de
grave riesgo para la vida o la salud, anomalías del feto o anomalías
incompatibles con la vida.
Marcos y yo, vemos como este grupo de personas, con un cartel que
pone “ Pro Vida “, increpan a las pacientes que van a entrar en la
clínica con folletos e incluso dirigiéndose hacia ellas.
La magia de toda esa tarde se ha esfumado en cuestión de segundos.
Es como si hubiéramos retrocedido en el tiempo, somos testigos en
pleno siglo XXI, de cómo se criminaliza o se coacciona a unas
mujeres por ejercer un derecho.
Nos vemos rodeados de un grupo de personas, que en nombre de unas
creencias, no respetan otras formas de dignificar la vida, de unas
mujeres para las que tras unos informes médicos y semanas muy duras,
son derivadas a estas clínicas.
La escena es dantesca, me recuerda a la quema de brujas de otras
épocas. No comprendo por qué las fuerzas de orden público no
disuelven esta manifestación o concentración de personas que dicen
llamarse pro vida.
Pero, pro vida, también son esas mujeres que acuden a estos centros,
porque también peligran otras vidas.
Por qué son increpadas y coaccionadas, se pregunta Marcos. No
comprendo que en octubre del 2022, en donde se supone que las
mujeres pueden ejercer unos derechos y sin embargo nos veamos
rodeados de un grupo de personas que pretenden , incluso cambiar la
forma de pensar de unas mujeres adultas que han tenido que tomar tan
dura decisión.
Escuchamos que algunas personas que rezan, hablan de la objeción de
conciencia de los médicos. Y nosotros que ya dábamos por hecho que
la ética profesional de un médico abarcaba estos supuestos concretos
de aborto, desde hace muchos años, como un logro social.
Nos montamos, sobrecogidos en el coche, viendo cómo periodistas
están cubriendo el suceso y cómo policías pretenden disolver esa
manifestación.
A la mañana siguiente, los informativos de la televisión andaluza
están retransmitiendo lo sucedido el día anterior. Y el periódico de
Córdoba, Cordópolis abre página (esta información es literal): Más
de 120 personas se organizan para rezar delante de una clínica donde
se practica el aborto.
Según leemos en este diario, un movimiento pro-vida estará ante las
puertas del Centro X, desde el 22 de septiembre al 31 de octubre con
oraciones silenciosas.
Al leer la noticia, me planteo, todos los supuestos tan concretos de
aborto, y la situación de esas mujeres que acuden a abortar en casos
de grave riesgo para la vida, y que se encuentren con este grupo de
personas que las culpabilizan.
Sigo leyendo. Según el diario, no es infrecuente ver delante de esta
clínica, un pequeño grupo, casi siempre de mujeres, repartiendo
panfletos, sobre posibles efectos adversos que provocan los abortos
o de como la creencia en su dios ayuda en estos casos. Esto hace que
la presión implícita que sufren las mujeres que toman esta decisión
sea aún más dura, aseguran desde la dirección del centro, que
durante cuarenta días, verá a sus puertas un rezo continuo de más de
120 personas que se han unido para llevar a cavo la acción 40 días
pro vida. La Asociación de Clínicas de Interrupción del Embarazo,
califica de injusto que cada semana haya personas en la puerta de la
clínica, en lo que es una clara acción de hostigamiento. Explica que
no todas las mujeres que acuden a la clínica reaccionan de igual
manera: Algunas vienen con sus familias y
tienen muy claro que tienen que abortar y que además es un derecho,
pero se producen situaciones muy duras. Pero la mayoría de las
mujeres abortan de espalda a su familia o lo cuentan a una o dos
personas. Entonces llegan a la clínica y al encontrarse a un grupo
de personas que no sabes si te van a hacer una fotografía o qué te
van a decir, es muy violento.
Estamos en una sociedad patriarcal y las mujeres tenemos un gran
sentimiento de culpa por todo lo relacionado con la sexualidad y la
reproducción, por lo que por muy convencida que estés ese
sentimiento está ahí.”
Marcos, me siento identificada con ese sentimiento de culpa, porque
a nivel de educación y creencias es una idea muy inculcada desde que
somos pequeñas.
Como sigue diciendo el periódico, “Desde la clínica han notado que
los días en que estos grupos de personas están en la puerta, las
mujeres entran con un grado de ansiedad bastante alto. Algunas
incluso llorando y angustiadas. Sin embargo, si una mujer acude con
su familia la reacción es distinta ya que se siente arropada. Lo que
experimenta entonces es una gran indignación por los folletos que
además reparten. En los últimos años la estrategia de estos grupos
ha cambiado. Antes le echaban la culpa a las mujeres pero se han
dado cuenta que eso no es bueno, así que la culpa nos la echan a
nosotros, a los profesionales, y nos dicen asesinos.”
Marcos y yo nos hemos quedado con muy mal sabor de boca, al leer
esta noticia , de la que nosotros hemos sido testigos de forma
casual. Y como las casualidades no existen, Marcos comienza a
recordar casos conocidos en el pueblo, en donde mujeres con familia
numerosa habían fallecido, por un embarazo de riesgo, dejando a
familias destrozadas.
Recuerdo, dice Marcos, la expresión, que sea lo que dios quiera,
pero no se trata de creencias, sino de una sociedad que se supone,
ha avanzado en los derechos de las mujeres vinculados a su salud.
Por eso, con este relato basado en hechos reales, Marcos y yo,
queremos visibilizar lo sucedido y este retroceso en los derechos de
las mujeres.
Este relato, literario y reivindicativo, está dedicado a todas
aquellas Mujeres que fallecieron injustamente, cuando no podían
ejercitar un derecho que antes y ahora, lamentablemente sigue
cuestionándose.
Autora: Eva Patricia Vallejo
Delgado.
Tercer premio en el Certamen Literario "8 de marzo" de 2023
organizado por la Asociación de Mujeres "Despertar femenino" de Porcuna.