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Porcuna en el Recuerdo

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Lamina de presentacion.

¿Evocación? ¿Nostalgia? ¿Recuerdos de un pasado reciente? ¿Cómo adjetivar esta pequeña muestra (pequeña por su número, grande por su contenido) que Manuel Bueno nos ofrece, visión de una Porcuna desaparecida, pero que aún perdura en el recuerdo de muchos de nosotros y que los jóvenes ignoran? No pretendemos evocarla en la falsa creencia de que cualquier tiempo pasado fue mejor, cada época tiene sus pros y sus contras, aquella tenía su encanto, quizá no exento de sufrimiento, al compararla con la actual observamos un agudo contraste.

Aquella Porcuna sin vehículos en las calles, con el sonido de los cascos de las caballerías sobre el pavimento al amanecer o al atardecer tras la agotadora jornada de trabajo, aquellos mulos cargados de mies verde que tan feliz hacia al chiquillo que lograba apoderarse de alguna espiga tierna de cebada, mondando el grano y devorándolo como un delicado manjar; la Porcuna de las colas en las fuentes del agua, de las mujeres con el cántaro en la cadera; la de los olores a madera de olivo ardiendo en el hogar, a matanza, a dulces caseros cuando se acercaba una festividad, la de las mujeres blanqueando los bajos de las fachadas para Semana Santa, el Corpus o Alharilla; de las mecedoras en la calle y las tranquilas tertulias de la vecindad en las noches de verano; la del toque del Ángelus a mediodía y el de la Oración a la caída de la tarde que nos anunciaba que era la hora de compartir la "cosa caliente" con nuestro padre recién llegado del rudo trabajo agrícola. Aquella Porcuna que se nos fue para siempre y que al irse se llevó todas esas ancestrales costumbres por imperativo de nuevos tiempos; pero que a la vez por negligencias del hombre y por falsa modernidad se llevó también las señales pétreas de nuestra identidad, portadas, edificios, plazas, calles, etc., a quien nadie socorrió cuando elevaban su voz plañidera ante la piqueta, pidiendo a gritos la vida eterna que merecían.

Manuel Bueno nos presenta veinticinco estampas, de las cerca de centenar y medio que tiene elaboradas, de esa Porcuna de nuestros sueños, de esa Porcuna de nuestros amores, salvando en imagen lo que materialmente no pudo ser conservado, para deleite de los que aún mantienen vivo el recuerdo y disfrute de los más jóvenes interesados por el pasado de nuestra ciudad. No podemos imaginarnos lo que pensarán las generaciones futuras al contemplar las imágenes de nuestra gran plaza portificada con sus columnas de piedra y arcadas sobre los balcones, con grandes verjas de hierro, con su angosto Arco e iglesia de chapitel bizantino, plaza que sería el orgullo de cualquier localidad de España constituyendo su centro social, religioso, económico, etc.; de esas iglesias de San Francisco, de San Juan de Dios, de San Benito, plagadas de arte cuyas fachadas e interiores nos deja el autor para perpetuo recuerdo; de esas tranquilas y acogedoras calles Cervantes, Sánchez, Carrera ..., de ese paseo de Jesús de principio y mediados de siglo; de los torreones que defendían la villa y fortaleza presididos por su hermano mayor, el de Boabdil; pero sean cuales sean sus pensamientos siempre tendrán el orgullo de contemplar las imágenes del pasado de su ciudad y agradecerán al autor el que al plasmarlo en imágenes haya legado a la posteridad un innegable e ingente bien cultural.

Antonio Recuerda Burgos (Licenciado en Historia. Cronista Oficial de la Ciudad)

 

Por las calles de "Porcuna en el recuerdo" circula una brisa de vida, de aconteceres, de realidad palpable.

Las calles existen gracias a la realidad virtual del estudioso, del investigador que restituye el espacio pasado, el que no se mantiene ya. De ahí que esta colección de facsímiles cruce las fronteras del objetivo, del estudio gráfico serio y veraz, proyectándonos hacia esa otra cara de nuestra realidad, urbanística, arquitectónica y artística que es nuestro pueblo.

Donde acaba el investigador llega el genio del artista para insuflar la vida las materias delicadas e imposibles de toda creación, para llevarlas a ese límite insospechado de la forma, donde las masas se equilibran en ese difícil vértigo de la percepción, y el ojo las acoge inmaculadas, y es entonces cuando vemos los muros, los tejados, las puertas, el claroscuro de nuestros portales de antes, congelados de nuevo por la magia, la poesía, la exquisitez, las hora detenidas en aquel pasado remoto que se funde con aquel otro tiempo del artista que, en sus largas horas, lucha en solitario contra todo y contra todos; contra lo imposible de dar vida a un trozo de nuestra historia, que gracias a él, a su esfuerzo, a su heroísmo callado, hoy, las nuevas generaciones podemos disfrutar.

Tenemos aquí ante nosotros un documento histórico importantísimo e irrepetible, ya que estas reproducciones (500 únicos ejemplares), al tratarse de una edición limitada y numerada, nunca volverán a poderse editar ya que los clichés utilizados serán destruidos. Con esto el valor para el aficionado o el coleccionista es doble, ya que se trata de una obra facsímil.

En definitiva una oportunidad irrepetible de tener en nuestros hogares la historia "antes de la historia", antes de la destrucción del tiempo y de los hombres, esa "Porcuna rural" que se pierde en los años, los sonidos invisibles, los cascos de los animales, los rebaños cruzando las calles, los arrieros llegando al mercado, la tierra esperando ser sembrada, la naturaleza intacta, despertando cada primavera para ser peinada por la yunta ..., al final el canto oscuro y desgarrado, el frío y la soledad: "La Temporera".

Luis Emilio Vallejo Delgado (Licenciado en Bellas Artes)

 


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Actualizada el sábado 2 de enero de 1999