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Romeria de Alharilla

Ntra. Sra. la Virgen de Alharilla
PATRONA DE PORCUNA
Esbozo para la historia
por Antonio Recuerda Burgos (Cronista oficial de la ciudad)

Capítulo II: Origen de la devoción a Nuestra Señora de Alharilla.

Han transcurrido, ya, más de cuarenta años, de aquellas vacaciones de Navidad, pasadas con mi abuelo en el cortijo donde pernoctaban los aceituneros que, durante el día, se dedicaban a las tareas de recolección. En las largas noches de aquel invierno nos reuníamos, al calor del fuego que ardía en la chimenea, y boquiabiertos escuchábamos antiguas leyendas y tradiciones que, de boca en boca, se iban transmitiendo, quizá por última vez, antes que la masiva difusión de receptores de radio y televisión terminara por acallar la voz sabia y profunda de la tradición.

Romeria 1947

Una noche tocó reunirse en un cortijo donde ejercía de casera una humilde mujer que, habiendo visto morir a sus seres más queridos en la pasada guerra, encerróse para sobrevivir en el aislado recinto de aquella casería. Era una mujer sencilla, sin instrucción; pero que guardaba en su interior el acervo cultural de sus antepasados y que cuando hablaba sufría la transformación y el trance de quienes son depositarios de un saber milenario.

Increíblemente una mujer analfabeta recitaba de corrido frases en idiomas desconocidos, hablaba de personajes de los que jamás habíamos tenido noticia, de extrañas piedras con cruces encerradas en círculos y curiosos labrados de arcos y entrelazados. Tuvieron que pasar muchos años hasta que los estudios me permitieron tener conocer algo de latín y griego, de escritura y arqueología visigótica, de personajes principales de la historia de España, para comprender que se hablaba de unos hechos que no habían sido inventados, sino que tenían un fondo real y que habían ocurrido hacía más de setecientos años.

Ha pasado ya mucho tiempo, desde que Escolástica, como se llamaba aquella buena mujer, nos hiciera depositarios de todo su saber y ahora, al cumplirse setecientos cincuenta años de los hechos narrados, ha llegado la hora de ponerlo por escrito para conocimiento de generaciones venideras. Como yo lo oí así lo transmito.

"Hace muchos años cuando el santo rey don Fernando de Castilla, nos libró del poder musulmán, todo el pago de Alharilla constituía una zona de nadie una zona fronteriza, en esa llanura tenían lugar frecuentes combates entre las tropas cristianas de guarnición en Porcuna y los vecinos nazaríes del señor de Arjona y gran rey de Granada Al-hamar. Los laboriosos habitantes de aquel oasis de Alharilla hubieron de huir, contemplando como sus huertas y posesiones eran destruidas en las frecuentes escaramuzas y como la tierra pasaba a estar yerma y desolada. Cuando el Santo Rey prosigue sus conquistas de Arjona y Jaén y la frontera se aleja, en Alharilla ha desaparecido todo lo que antes fue fecundo vergel, ahora sólo es terreno donde domina el matorral y la maleza, propio para pasto de ganado, que el rey da como heredad a los caballeros calatravos que han participado en la conquista.

Romeria

Alharilla comenzó a cumplir la misión para la que había sido

destinada, rebaños de ovejas pastan en sus prados y los pastores aprovechan los restos de las edificaciones musulmanas, situadas en el llano junto a las abundantes fuentes de agua, para construir rudimentarias chozas que les sirven de elemental refugio, apriscos y rediles del ganado.

Desde el llano divisan, algo alejados en las colinas cercanas pobladas de encinas y chaparros, montones o majanos de piedra que por estar más distantes no fueron aprovechados para las edificaciones árabes y en los que a veces se pueden encontrar piedras con extraños labrados.

Transcurre el mes de marzo, la primavera comienza a mostrar sus primeros destellos, en aquella dehesa conviven gentes castellanas repobladores de Arjona y Porcuna apacentadores de ganado. Gran amistad se ha forjado entre dos sorianos, Antón Frontón, ahora vecino de Porcuna y Pero Esteban repoblador de Arjona. Durante varios días Pero se ha hecho cargo de la custodia del ganado, permitiendo a Antón desplazarse a Porcuna para vivir con su familia las fiestas de San Benito. Ahora a su vuelta pasa el día narrando a Pero las fastuosidad de ellas, las torneos y juegos de cañas que han tenido lugar, en las que han participado los más aguerridos caballeros de la Orden de Calatrava con su Maestre don Fernando Ordóñez y los caballeros del séquito real desplazados para esta ocasión desde Córdoba, la concurrencia de juglares, trovadores, saltimbanquis y gente de toda procedencia.

El día ha sido largo, la climatología impropia de estas fechas, el verano parece haberse adelantado, los animales y personas han buscado afanosamente la sombra, que les brindaban encinas y olivos. Al caer la tarde el cielo comienza a encapotarse, nubes negras y amenazadoras se ciernen sobre sus cabezas. Precipitadamente comienzan a recoger el ganado y a refugiarse en la choza, junto a los apriscos del llano. La oscuridad se va haciendo cada vez mayor y la noche parece aún más tenebrosa y lúgubre. Estalla la tormenta, el aire se puebla de ruidos infernales, los rayos abren profundos abismos entre cielo y tierra, hombres y animales están atemorizados. Un trueno pavoroso acompañado de una tromba de fuego desciende del cielo y contemplan como va a caer a media milla de ellos sobre un montículo elevado en el que se yergue un enorme majano coronado por una encina, junto a olivos y chaparros. El efecto es apocalíptico, las piedras saltan por los aires haciéndose añicos. Aterrados hombres y animales caen de bruces, no les quedan fuerzas para dirigir su vista hacia el lugar; cuando por fin, temerosos, alzan sus ojos un nuevo prodigio les llena aun más de temor, sobre los restos de lo que antes fue deforme montón de piedras, al pie de la encina, aparece una nueva luz, pero ya no es la del rayo, es luz sobrenatural, etérea, difusa, serena, tranquila, que parece derivar de un único foco y que se proyecta hacia el cielo formando un resplandeciente cono. Los chaparros, encinas y olivos que la rodean arden con fuego inextinguible, en el interior del cono formas etéreas comienzan a materializarse. El terror de los pastores va en aumento, como hombres de corazón sencillo y virginal creen llegado su fin e imploran protección divina. Las formas van completando una silueta, una aparente calma se adueña del lugar, los pastores comienzan a notar una paz interior que les olvida del terror pasado, la lluvia se detiene un instante y gravitando sobre el montículo rodeada por una luz divina, una inmaculada mujer con un niño en brazos aparece ante sus incrédulos ojos. Pierden la noción del tiempo, el éxtasis les paraliza, cuando, de pronto, un nuevo trueno no producido por elementos atmosféricos, sino por una potente voz celestial, acompañada de luz sobrenatural, clama: " He aquí la Madre de Dios".

Romeria

Todo desaparece, la noche deja ver su profunda negrura, los hombres buscan refugio en lo más profundo de la cabaña, esconden sus cabezas bajo las mantas y temblorosos pasan la interminable noche en espera del día redentor.

Por fin amanece un veinticinco de marzo, desde primeras horas el día se muestra en todo su esplendor, un sol apacible nace en el horizonte, hombres y animales comienzan a perder su temor. Al despertar piensan que ha vivido un sueño aterrador; pero desde el llano contemplan los restos del enorme montón de rocas, ello les hace ver la realidad. Las piedras aparecen esparcidas por todo el lugar, algunas volaron a la distancia de un cuarto de legua, fue una suerte que no les alcanzase ninguna.

Una poderosa fuerza les incita a olvidar su temor y a dirigirse hacia el montículo, bajo la encina quedan todavía algunas extrañas piedras, unas tienen cruces inscritas en círculos, otras presentan extraños y antiguos lazos y roleos, las hay que son restos de raros arcos que parecen herraduras entrelazadas, algunas muestran celosías..., ellos comienzan a separarlas y nuevamente un estremecimiento recorre sus cuerpos, debajo aparece una especie de sarcófago, una caja cúbica de piedra, la losa marmórea que la cubre, cubierta de raras inscripciones, aparece ligeramente desplazada y ven con asombro como a través de ella salen ramas virginales y recién florecidas de almendro. Con nerviosismo van apartándolas, una gruesa estameña cubre un objeto, y escritos sobre ella aparecen unos signos que no pueden comprender, al retirarla su incrédulos ojos no pueden dar crédito a lo que ven: una imagen morena de María con Jesús en brazos yace en el fondo de la urna.

Con reverente devoción extraen la sagrada figura; tras grandes esfuerzos consiguen dar la vuelta al pesado cubo pétreo y colocarlo bajo la encina, sobre él sitúan la preciada imagen. Aún están anonadados, todo lo han hecho mecánicamente sin apenas tener conciencia de ello. Una vez finalizados estos menesteres comienzan a recapacitar y a tener conciencia de todo lo ocurrido. Al punto dan grandes voces para llamar la atención de cuantos pastores están por el lugar, todos van acudiendo, creyendo que encontraran alguna desgracia de la noche, temerosamente vivida, y llegados no pueden disimular su asombro. Repuestos corren hacia Arjona y Porcuna donde jadeantes y sin apenas poder hablar comunican su hallazgo.

Tan pronto como se difunde la noticia de todos los lugares vecinos comienzan a llegar hombres y mujeres a contemplar tal prodigio y a elevar sus preces y oraciones ante la Madre de Dios.

Pero las fiestas de Porcuna han terminado y todos los caballeros con el Maestre a la cabeza han marchado a reunirse con el rey, para continuar la conquista de Sevilla. Hacia ellos parten emisarios con la buena noticia.

Tan pronto como le es posible el Maestre y sus caballeros deciden volver para venerar la imagen. Son los primeros días de mayo, nuevamente Porcuna rebosa de gentes, don Fernando Ordónez, Maestre de Calatrava, está nuevamente de vuelta y juntamente con sus caballeros, don Pedro Yáñez, don Juan González,... los comendadores de Lopera y el Cañaveral, el alcaide de la fortaleza, los priores de San Benito y la Coronada, con el cabildo, justicias y regimiento de la villa, rectores de Santa María la Mayor, hidalgos y vecinos, se preparan para acudir a Alharilla. La comitiva se pone en marcha, caballos, asnos, mulos, carros de bueyes y gente a pie llenan la larga legua de camino; a todos les mueve un único fin, reverenciar a la Madre de Dios.

Una vez allí, acompañados de los vecinos de los pueblos vecinos a los que han mandado aviso, tiene lugar el traslado de la imagen, desde el cerrete donde apareció hasta lo que fueron restos de un destruido morabito, que durante este período de tiempo ha sido acondicionado para servir de ermita a nuestra excelsa patrona. Es la primera romería ...".

Escolástica aún sigue hablando horas y horas mientras el cansancio y el sueño de los aceituneros aconseja retirarse a descansar y reponer fuerzas para la labor del día siguiente, lo que ella relató, con las lagunas que pueda haber por el transcurso del tiempo he tratado de reflejarlo lo más exactamente posible; pero, como queda escrito, no acabó aquí su relato por lo en otra ocasión habrá que continuar para transmitir completamente la tradición que un día se nos legó.

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COMENTARIO: Esta es la tradición oral que se ha transmitido de generación en generación de tan misterioso portento, sea o no cierta, lo verdadero es el descubrimiento de la imagen, escondida por anteriores cristianos, en una época no determinada, quizá a la llegada de los mahometanos o más bien, como creemos, para escapar de alguna persecución iconoclasta decretada siglos después en la época de dominio almohade, es cierto que en un principio los musulmanes respetaron las creencias de los conquistados, que acabaron recibiendo el nombre de mozárabes, siendo tolerantes con ellos y permitiéndoles celebrar su culto, ya que ello suponía recibir sus tributos; la conversión a la religión mahometana llevaba consigo la exclusión o rebaja en el tributar de los nuevos adeptos. Posteriormente, en pleno dominio musulmán, se fueron produciendo conversiones en masa a la nueva religión, en muchos casos por el beneficio que ello conllevaba para los conversos, que pasaron a llamarse muladíes, a la vez que en otras ocasiones se produjeron persecuciones contra los que aún conservaban su fe cristiana. Especialmente fueron virulentas las ocurridas a finales del siglo XI y principios del XII en pleno dominio almorávide. Los almorávides fanáticos religiosos del Islam hicieron imposible la vida a todas aquellas comunidades con fe distinta a la suya, su odio a los mozárabes no tuvo límites, y éstos pidieron ayuda a los monarcas cristianos, siendo auxiliados por el rey aragonés Alfonso el Batallador; pero cuando éste se hubo retirado los mozárabes de Andalucía fueron maltratados de forma que muchos perdieron la vida y otros, en el año 1126, fueron deportados a Marruecos. Once años más tarde hubo una nueva deportación de cristianos y desde entonces puede decirse que no quedó un solo cristiano en Andalucía. Quizá en estas persecuciones con la destrucción de templos tuvo lugar el ocultamiento de la imagen de la Virgen y hasta es posible que alguien, tal vez descendiente de alguna familia mozárabe huida a territorio cristiano, conservara por tradición oral el lugar en que yacía y así casi cien años después, cuando las condiciones fueron propicias pudo volver a buscar el más codiciado bien de sus antepasados.

En cuanto a la fecha de la aparición creemos que debió ocurrir o en 1247 o en 1248, aunque nos inclinamos por esta última. Porcuna fue conquistada en 1240, mientras que Arjona lo sería dos años después en 1244, con lo que Alharilla dejó de ser frontera entre ambos contendientes, sin embargo todavía Jaén y otros territorios cercanos continuaban bajo poder musulmán por lo que creemos que la vida no sería aún posible en condiciones normales. Tras las conquista de Jaén en 1246, alejamiento de la frontera y repoblación de los nuevos territorios la vida y actividades agrarias y ganaderas fueron normalizándose, al poder salir a los campos sin acechanzas y peligros, y algunas mezquitas y morabitos islámicos fueron reparados y reestructurados para dedicarlos al culto cristiano.

Según esta misma tradición la aparición debió de tener lugar entre la conquista de Jaén en 1246 y la de Sevilla el 23 de noviembre de 1248, nos inclinamos por este último año por creer que es cuando se daban en estos territorios las condiciones más adecuadas para la normalización de la vida, pues los primeros años se dedicarían al asentamiento de los nuevos pobladores, que poco a poco irían familiarizándose con el nuevo terreno y conociendo todas sus peculiaridades, comenzando la realización de sus actividades agrarias y ganaderas.

 

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Actualizada el martes, 13 de agosto de 2002